Una noche con The Marías: entre susurros, luces suaves y corazones abiertos
Una noche con The Marías: entre susurros, luces suaves y corazones abiertos
Austin respiraba calor de verano cuando las luces del Moody Center se atenuaron. El murmullo del público se convirtió en silencio expectante, hasta que una silueta envuelta en rojo y sombras apareció entre la bruma tenue: María Zardoya, voz y alma de The Marías, llegó al escenario sin necesidad de anunciarse. Bastó con el primer acorde para que la magia comenzara.
Desde los primeros compases de “Hamptons”, el aire se volvió espeso de emoción. El escenario, casi desnudo, cedía todo el protagonismo a la música. Sin pantallas gigantes ni fuegos artificiales, sólo luces cálidas y movimientos suaves. El show no era espectáculo: era un susurro compartido, una confesión colectiva.
La banda navegó entre inglés y español, entre lo sensual y lo melancólico. Sonaron temas como “Lejos de Ti”, “Real Life” y “Blur”, que parecían flotar entre el humo y los cuerpos que se mecían al ritmo, casi como en trance. Hubo momentos donde María cantó con los ojos cerrados, como si el escenario no fuera más que una habitación íntima que compartía con miles.
“Esta canción… es para los que han amado, perdido, y se están reconstruyendo”, dijo justo antes de “Nobody New”. Se sintió un nudo colectivo en la garganta del público, y luego un suspiro compartido.
Y entonces, una sorpresa: “Otro Atardecer”, tema con Bad Bunny, surgió en medio del set. María bajó al público, y ahí, entre la gente, cantó rodeada de brazos y teléfonos que, por un momento, se guardaron en los bolsillos para vivir el momento de verdad.